CHÁVEZ Y LA HOMOSEXUALIDAD

Por Luis María Ansón*

En Venezuela, la inmensa mayoría de hombres y mujeres tienen los ojos de color marrón o negro; una minoría, azules. Es cosa de la naturaleza. Sería absurdo que se discriminase en derechos políticos, sociales o fiscales a los hombres o mujeres de ojos azules. En aquel gran país iberoamericano, la inmensa mayoría de hombres y mujeres son heterosexuales; una minoría, homosexuales. Es cosa de la naturaleza. Sería absurdo discriminar política, social o fiscalmente a gays y lesbianas. Desde la tiranía comunista de Castro en Cuba a la Arabia Saudí de su dictadura sátrapa, todavía son muchos los países en que se niegan derechos elementales a los homosexuales.
Habrá que convenir que, en las democracias occidentales, se ha terminado, en mayor o menor proporción, con las incomprensiones, injusticias o persecuciones contra los sectores homosexuales. Hoy, en las naciones gobernadas por una democracia pluralista, el ciudadano medio acepta la realidad homosexual sin discriminaciones ni mofas ni vejaciones. Llamar a un hombre, homosexual, o a una mujer, lesbiana, no es ya un insulto sino, por el contrario, en muchos casos robustece el orgullo gay.
Digo todo esto para que no quede duda de que no trato de ofender a nadie al hacerme eco de lo que muchos homosexuales serios afirman a través de internet del caudillo venezolano. Aseguran que es gay aunque no haya salido del armario. Como ocurre con los masones, que no tienen ya por qué ocultarse puesto que nadie les persigue, los homosexuales saben que pueden desalojar el armario sin ningún problema. Parece lógico que si un presidente es masón, testigo de Jehová o del Opus Dei, la nación que gobierna lo sepa. Y también que si un presidente es gay, su país tenga conocimiento de esta condición.
Varios grupos de homosexuales venezolanos se congratulan de la realidad sexual que atribuyen al caudillo que les gobierna con métodos calcados, por cierto, del castrismo más ortodoxo. Ni salgo ni entro en la cuestión porque la desconozco. Eso sí, a mí me parece que la opinión pública del gran país hispanoamericano tiene derecho a saber si es cierto o no lo que esos colectivos afirman. Incluso algún embajador de renombre asegura lo mismo sin la menor intención peyorativa, puesto que hoy ser gay en las democracias occidentales es sólo un dato más del que la inmensa mayoría de los afectados se enorgullece.
El caudillo Chávez imita al tirano Castro hasta en la longitud desmesurada de sus discursos. No estaría de más que dedicara unos minutos de su verborrea incontenible a aclarar lo que tantas gentes aseguran en su país. Eso contribuiría a consolidar en Venezuela, lo conquistado ya en España, Holanda, Dinamarca y otras naciones europeas: que los heterosexuales trabajemos en las empresas, sin burlas ni rechazos hacia los homosexuales. El problema de Chávez no es, en todo caso, su condición sexual sino el sistema político que trata de implantar y que supone extirpar de raíz cualquier vestigio de libertad política. El nuevo caudillo ha decidido ya, como Castro, que su magistratura sea vitalicia y, con la ayuda de los agentes castristas y la miopía del mundo occidental, avanza cada día en el programa socialista soviético que ha decidido imponer en Venezuela.

* Miembro de la Real Academia Española